Quizás es el secreto mejor guardado y del que nadie habla, pero la verdad es que todas las personas que fotografían escondidos en un hide, escondite o aguardo, se enfrentan tarde o temprano al problemilla de deshacerse de esas sustancias que el cuerpo humano ya no necesita y que se manifiestan en un momento poco oportuno.
Este fue colocado para rodar la película «Irati», lo retiraron al terminar de grabar.
Seguro que tenéis alguna anécdota divertida al respecto y que, si queréis, tenéis libertad en compartir en los comentarios, pero voy a centrarme en que útiles pueden ayudarnos a solucionar semejante entuerto vital, intentando huir de descripciones escatológicas.
Podemos separarlas por sus grandes diferencias, ya que no es lo mismo enfrentarnos en forma líquida o en forma sólida. En una sesión de hide corta, de unas 3 o 4 horas, es posible que no tengamos problema en aguantarnos, pero en sesiones largas de mas duración nos va a tocar solucionar alguna de las dos con total seguridad.
En algunos hides comerciales se han colocado pequeños baños portátiles, pero no es algo generalizado, así que tendremos que buscar nuestros propios recursos personales.
Miccionar:
Los hombres tenemos una gran ventaja sobre las mujeres en esto y eso hace que con una botella podamos solucionar esta pequeña adversidad. Simplemente tenemos que buscar botellas con la boca más ancha que nos facilitan la puntería. En cualquier lugar de camino al campo encontráis las de Acuarius o Nestea, por ejemplo.
Seguro que se nos ocurre que también podríamos incluir en nuestra mochila, tanto para mujeres como para hombres, una bacinilla u orinal en cuña como la de los hospitales, pero lo cierto es que hay multitud de inventos dispuestos a ayudarnos. Hay pequeños urinarios portátiles para hombres y urinarios portátiles para mujeres o bolsas con material absorbente en su interior para recoger el líquido sin derramarlo dentro del hide.
Defecar:
Esto nos genera algunos problemillas de solución más compleja, pero sobradamente abordable si lo hemos pensado previamente.
El método más sencillo sería utilizar una simple bolsa, eso si, deberá ser bastante consistente en cuanto a su resistencia. Por ejemplo, las bolsas para basura doméstica que todos tenemos en casa y que ocuparán muy poquito en nuestra mochila. No nos olvidemos tampoco de papel higiénico o de unas toallitas húmedas.
El sistema más «profesional» sería disponer de un baño químico, como el que utiliza mucha gente en su furgoneta camperizada y que llaman popularmente como «Potty». Se trata de un pequeño depósito portátil, algo así como una caja con diferentes compartimentos para los desechos y líquidos que neutralizan nuestros restos.
El problema de este utensilio es el peso, unos 30 kg, que hace que no sea práctico si vamos a realizar una sesión de hide en mitad de la montaña, pero sí puede ser interesante para un hide fijo colocado cerca de un camino o carretera.
Espero que esta entrada te haya resultado útil y como te decía antes, si tenéis alguna anécdota graciosa o algún método infalible, podéis compartirlo en los comentarios.
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¡Disfruta con la fotografía!
Hola Eduardo!
Interesante y necesario artículo…
Para mí, el mayor secreto creo que es comer y beber lo justo, y procurar llevar una dieta lo más astringente posible para no tener que «evacuar» con demasiada asiduidad. Pero, como dices, a veces las jornadas son largas y es inevitable que surjan esas complicaciones. El tema de la orina lo soluciono con un pequeño embudo al que le acoplo un estrecho tubo de plástico, de esos transparentes, de 5 metros de longitud. Puedes llevarlo porque no pesa nada o si el hide es fijo, puedes dejarlo para la siguiente sesión, porque cuesta muy poco dinero. Cuando terminas de hacer aquello, lo aconsejable es echar por el embudo un poco de agua para limpiar el conducto y dejarlo en óptimas condiciones para la siguiente vez.
Eso sí, ten claro que solo sirve para «aquello» y no para «lo otro», que de equivocarse se puede liar… parda. 😉
Gracias por contarnos tu experiencia y tu invento Toño, si tienes alguna otra anécdota siéntete libre de compartirla 😉
Pues si que tengo una, Eduardo…
… durante una maratoniana jornada, compartía hide con un amigo un tanto cabroncete. Era febrero, en la laguna de Gallocanta, con temperaturas de -17ºa -5º a lo largo de la jornada.
Como el frío aumenta las ganas de «aquello», hubo un momento en el que no pude aguantar más y fuí a echar mano de una botella de agua mineral, que era la única botella disponible.
Me puse, como pude, por temas de espacio, de espaldas a mi amigo, por aquello de la intimidad y comencé a miccionar en la botella, acercando todo lo posible lo uno a lo otro para asegurarme la puntería en tan incomoda posición. Conforme se llenaba de líquido, este desplazaba al aire de dentro de la botella que pretendía salir por donde yo lo tapaba con lo otro. Así pues, por un principio físico básico, y al llegar a la presión suficiente, el aire (solo el aire) consigió escapar, comenzando a hacer en el proceso sonidos similares a cuando desinflas un globo estrechando su boquilla…. Todo ello para sorpresa de mi amigo, que empezó a «deshuevarse» de aquella sinfonía. Y así, Eduardo, es como descubrimos tu y yo, que hay que utilizar botellas de cuello ancho y que es lo que ocurre de no hacerlo. 😀
Ja, ja, ja, gracias por compartirla.